Saturday, April 19, 2008

Despertar a través del sufrimiento

En el momento en que escribo esto, Buenos Aires, una de las metrópolis más grandes del mundo, se encuentra sumida en la peor crisis ambiental de toda su historia; esto representa todo un símbolo de los tiempos que corren.

No termina de recuperarse de un lockout del sector agropecuario que desabasteció al país, pero muy especialmente a la capital argentina, durante veintiún días, cuando un viento ¿inoportuno? aviva las llamas nuevamente.

En medio de esta situación, el Gobierno nacional no encuentra la calma y se defiende hasta de su sombra; en lugar de estar a la altura de las circunstancias para llevar calma a la población, sigue manejando la situación a la usanza de la vieja política, desestabilizando aún más el estado de cosas.

La oposición política pareciera que no lo hace tan mal, más no encuentra un canal para contribuir a la paz social y la cordura colectiva. El sector agroganadero, quien ha puesto en jaque al poder dejando muy claro que el gobierno nacional no tiene más “cuenta corriente”, pareciera creer, erróneamente, que el reciente apoyo de la gran mayoría de los argentinos es sinónimo de una “chequera en blanco”.

En medio del caos, el pueblo, principal víctima de las circunstancias, está demostrando una madurez inesperada y observa pacientemente la impericia de los núcleos del poder, actuando como un apropiado factor estabilizador.

Esta crisis no es ajena al resto del mundo. El conflicto y la guerra contra nosotros mismos está ocurriendo alrededor del planeta, manifestándose de una u otra manera: suicidios, guerras, escape a través de las drogas, problemas sanitarios, economías devastadas o crisis de crecimiento en un sistema del cual ya no se puede tirar más.

Realmente debemos saber que no hay mala intención de quienes no lo están haciendo bien; tan sólo es ceguera por mirar la realidad con la lente equivocada, situándose en un viejo paradigma donde las cosas se resolvían así. Tal vez mañana, esos seres que hoy actúan como si pertenecieran a una secta del fin del mundo, inmolándose en sus absurdas creencias, los encontremos despiertos y nos ayuden a salir de lo que hoy creen un callejón sin salida. Quienes hoy hacen tanto daño, tienen el potencial de hacer mucho más bien.

Para el que lo comprende, la única alternativa es permanecer en calma; para el que no, seguir dándose la cabeza contra el muro de sus propias ideas, dando manotazos de ahogado.

No es la acumulación de conocimientos ni la evolución del pensamiento lo que nos va a sacar adelante; tenemos todo el conocimiento y la tecnología para transformar el planeta de un día para otro y acabar en un lapso muy breve con casi todo el sufrimiento que nos flagela… De eso no hay duda alguna.

Lo que necesitamos es conectar con una nueva forma de ver la realidad que nace con aquello que, a todos sin excepción, nos dicta el corazón; se trata de una emoción profunda y generosa, un sentimiento de UNIDAD que brota de nuestras acciones cuando descubrimos el propósito de nuestra vida y comenzamos a crear belleza, sentido y sanación sin ningún esfuerzo, simplemente siendo quien realmente somos; un estado de conciencia que nos llevaría a comprender, en su manifestación más elemental, que somos socios en esta aventura llamada vida.

En todas las tradiciones espirituales o religiosas, se reconocen varias vías para alcanzar la Iluminación Espiritual, una de ellas, y parece que la preferida de los seres humanos, es el dolor. Muchos no comprenderán rápidamente lo que digo, pero poder ver esto, asimilar el sufrimiento y quedarse con él, nos permite trascenderlo más rápido de lo que imaginamos, liberarnos y dejar que la Divina Inteligencia nos abrace.

El 2008 es un año difícil… más observemos sin involucrarnos y veamos como el dolor también está depurando nuestros viejos absurdos, permitiendo que la belleza vaya manifestándose por aquí y por allá; de eso se trata este tiempo, de crear belleza… de dejar que florezcan pequeños espacios donde reine el amor en forma de gratitud, solidaridad o amistad… de ayudar a la Madre Tierra a que se sane a si misma y haga lo que los seres humanos desde una visión homocéntrica jamás pudimos hacer.

Las pequeñas acciones, en nuestros pequeños espacios, son las que ahora realmente cuentan.

Universos de Bendiciones.

por Pablo de la Iglesia, Ph. D.
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